ESTAMOS TRATANDO DE REDESCUBRIR
LAS FUENTES DE AGUA VIVA CON LAS QUE EL ESPÍRITU RENUEVA EL CORAZÓN DE CADA PERSONA, PARA DARLE LIBERTAD, AMOR Y SOLIDARIDAD
NUESTRA ESPECIFICIDAD ESPIRITUAL Y APOSTÓLICA.
Consideramos que nuestra misión específica, tanto espiritual como apostólicamente, se relaciona con el futuro de la Iglesia y, por lo mismo, pertenece al orden escatológico que, sin embargo, de muchas formas se quiere ir manifestando en el tiempo y, es aquí, precisamente, en donde encuentra su espacio cuanto estamos llamados a realizar.
Interiormente tenemos la certeza de que el camino que nos toca recorrer puede ser comprendido a la luz del dinamismo que impulsó a Moisés a marchar hacia la tierra prometida y que le animó a lo largo de todo el desierto: hay que ponerse en movimiento, aunque la ruta para llegar a la meta no sea ni la más lógica ni la más directa, sino haya que aventurarse por todos los recovecos, asperezas e incertidumbres del inmenso desierto; y aunque, al final, no se llegue a entrar en la añorada tierra de promisión sino solamente se le vislumbre desde lejos.
Este proceso de búsqueda implica, como primer paso, la disponibilidad a ofrendar toda nuestra vida para la promoción de la unidad entre los cristianos y para que la fuerza liberadora del Evangelio resplandezca en la vida de cada ser humano.
Desde esta perspectiva, el presente de nuestra misión consiste, ante todo, en vaciarnos totalmente de nosotros mismos, en renunciar a todas las seguridades y en estar en actitud de disponibilidad radical e integral al Señor, con la certeza de que esa es la condición que Él pide para usarnos, a pesar de nuestra pequeñez, indignidad e ineptitud, para la realización de su obra de salvación. Es quedarnos cada día sin nada, para darle a Dios la oportunidad de que Él lo sea todo.
|